Estábamos dentro del paisaje
como dos figuras.
Una nube hizo espuma en la sangre del sol;
y las últimas aves de la tarde
unían a los árboles copudos
con la cinta invisible de sus vuelos.
Recuerdo que te hablaba emocionado
porque toda tú estabas en mi voz;
como me habías besado,
al salir de mi boca mis palabras
se iban perfumando de tu propio perfume.
Hiciste un movimiento delicioso,
mostrando sobre el hombro casi desnudo
un beso ya marchito, antiguo de dos días.
Después caíste sobre mis brazos extendidos,
de un modo tan hermoso,
que me dejaste todo salpicado
de tu cabellera;
y entre frases vulgares y locuras de mozo
te dije no sé qué cosa, no me acuerdo...
Algo que te dejó adornada de enojo.
sábado, 13 de septiembre de 2014
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