Entre espadañas, mirtos , romeros,
en calurosa tarde estival,
hicieron alto los tres viajeros
ante las aguas del manantial.
Robles gigantes le daban sombra,
césped florido formaba alfombra
junto al venero murmurador,
y el agua clara, corriendo pura,
prestaba al campo dulce frescura,
hojas al árbol, vida a la flor.
Su sed calmaron los caminantes,
y a los fulgores agonizantes
de la serena tarde estival,
escrita vieron esta sentencia:
"Procura siempre que tu existencia
sea como el agua del manantial."
-No es mal consejo - dijo el más mozo -,
y al comprenderlo, siento que el gozo
llama a las puertas del corazón;
como el arroyo se trueca en río,
correr el hombre debe, y con brío
hacerse grande por la ambición.
-Es buen consejo - dijo pausado
otro viajero grave y honrado -:
hay que ser puros para vencer;
como las fuentes son las criaturas,
y almas y linfas han de ser puras
si cual espejos han de esplender.
-¡Noble enseñansa! ¡Sabio consejo!
- dijo el viajero caduco y viejo -;
la sed templemos, y, en odio al mal,
el bien hagamos con ansia inmensa
sin esperanzas de recompensas...
¡Como las aguas del manantial!
* * * * *
lunes, 2 de marzo de 2009
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